miércoles, 3 de septiembre de 2014

Hablando de propósitos

Apuntarme al gimnasio. Retomar las clases de inglés. Sacarme el carnet de conducir. Buscar un trabajo. Matricularme en la universidad. Independizarme. Comprarme un coche; de segunda mano, aunque sea. Viajar. Llevar todo al día este cuatrimestre sin falta y esta vez de verdad.

Propósitos de año nuevo. Propósitos de verano. Propósitos de inicio de curso. Propósitos, autopromesas. Qué manía la nuestra con empezar las cosas después. ¿La dieta? El lunes. ¿El gimnasio? El primer día de mes. ¿Hacer un viaje? Cuando alguien se anime y me acompañe.

Ya dije en el post 2013 y sus cosas que los propósitos me hacen mucha gracia. Cuando algo que me motiva, me ilusiona y me emociona lo hago propósito, pasa de ser algo que me motiva, me ilusiona y me emociona a algo que me presiona y que me agobia. Y deja de ilusionarme, y se hace dueño de mi cabeza, y me impide disfrutar de lo demás. Y pienso que posiblemente no era lo que realmente quería, que no era lo que me esperaba. Y me frustro, me decepciono conmigo misma y me autoriño. Tonta, has perdido el tiempo, que estás tonta. Y los propósitos pasé a llamarlos retos. Me gusta más esa palabra. Me transmite una presión positiva, sana, flexible, menos formal. Es como un "no hay huevos a que lo logres". A pesar de ser mujer, conmigo funciona el "no hay huevos" y además con un 90% de probabilidades -el 98% ebria.

Yo he sido muy de propósitos, especialmente desde que acabé Bachillerato. La película que me monté ese verano pre-universitario fue digna de arrasar en los Goya:
Empezaré Magisterio por la puerta grande y lo acabaré igual dentro de cuatro años. El último año de carrera lo compaginaré con la preparación de las oposiciones y así, nada más graduarme, me presentaré, las aprobaré y, con un poco de suerte, en un margen de dos o tres años tendré mi plaza de maestra. Y así podré empezar Periodismo y Comunicación Audiovisual. O Psicología. O el máster.

Dí que sí. Eh, y convencida además. Hay que saber distinguir entre propósito y alucinación fruto de la ignorancia. Bueno, la primera parte de la película se la puede considerar reto, y reto logrado (yo estoy orgullosa de mi inicio, mi durante y mi final en la carrera). Pero claro, lo demás es humo, porque no depende solo de uno mismo, sino de factores externos. El problema de algunos de los propósitos que nos hacemos es ése, que está sujeto por varias manos. Si damos importancia a esas manos, puede que en algún momento las retiren.


Yo tenía una escalera, pero estaba coja. La mayoría de las veces que había intentado subir acababa en el suelo y con lesiones. Otras, ni siquiera era capaz de subir dos peldaños. Y dejé de subir, no quería volver a hacerme daño. No podía subirme a ella sin que nadie la sujetara desde abajo. Y claro, únicamente podía utilizarla si tenía a alguien cerca que estuviera dispuesto a aguantar esa escalera. Siempre he odiado depender de los demás, por eso me caí tantísimas veces de esa escalera, porque siempre he querido intentarlo sola.
Sin embargo, las caídas que más me han dolido han sido cuando, precisamente, alguien sujetaba la escalera. ¿Por qué has quitado las manos? ¿Por qué no me has avisado de que querías quitar las manos? Confiaba en ti, en tus manos. En que, cuando llegara arriba, mirara hacia abajo y te encontrara, y poder decirte "lo logré" desde allá; "y lo logré gracias a tu ayuda". Y pienso que a mí también me tocó sujetar escaleras, que muchas veces aguanté y otras también las solté.
Y después de pensar, decidí construir mi propia escalera. Una escalera que no estuviera coja, de madera buena, sólida, fuerte. Decidí construir cada uno de sus peldaños y así yo decidiría la altura de mi escalera. Decidí también ir colocando los peldaños en función de mis necesidades y de mis voluntades, no sirve de nada colocar de más si no los voy a utilizar, o colocar de menos y quedarme a mitad de camino. Decidí llevar conmigo siempre algunos peldaños a cuestas; pesan un poco, pero aguantan bien cuando me apoyo en ellos y eso es lo que importa.
Ahora no necesito que nadie sujete mi escalera, es fuerte, estable y resistente. Ahora no necesito que nadie sujete mi escalera, no es justo que alguien sujete escaleras cuando podría estar construyendo la suya propia. Ahora no necesito que nadie sujete mi escalera, pero sí puede utilizarla conmigo. Eso sí, yo delante; de esa manera es libre de bajar sin forzarme a hacerlo a mí también. Tardo un poco más, pero con mi escalera nunca me he caído y estoy llegando más lejos de lo que jamás habría logrado con la otra, coja e inestable.
Resulta que el problema no era que quisiera subir sola; el problema era que la escalera estaba estropeada. Que no era mi escalera.


Ya no tengo propósitos. Tengo peldaños. Antes no disfrutaba de estos, no hacía más que mirar arriba y subir, subir, subir... sin disfrutar de las vistas que me proporcionaban. Subir, subir, subir... a pesar del flato, del cansancio, del ritmo cardíaco acelerado. Ya no quiero propósitos, quiero subir los peldaños de uno en uno y descubrir qué se esconde en ellos. Sólo así alcanzaré los retos propuestos, porque cuando decides disfrutar de cada peldaño subido, llegas arriba sin darte cuenta preparado física y, lo más importante, mental y emocionalmente para disfrutar de las vistas que te esperan. Allí, arriba.



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