Cada diciembre, pocos días antes de
llegar a hoy, 31, me gusta dedicar una noche a recordar los momentos
vividos desde el primer día de enero hasta entonces. Basta la
compañía de una o dos personas (mejor si son personas que han
estado presentes en esos momentos) y una botella de vino -lo odio,
pero un buen vino da más clase a todo, eso es así-. Es curioso a la
par que emotivo detenerse en lo que ocurrió en enero, en febrero, en
marzo, en abril... Te empiezan a venir a la mente momentos, anécdotas
y personas que hacía tiempo o que directamente no recordabas. Este
ejercicio siempre me ha ayudado a reflexionar y detenerme a pensar en
cómo era hace 12 meses y si soy la misma o he cambiado (para mejor o
para peor) 365 días después.